lunes, 16 de abril de 2012

Pesadillas

Tengo hasta pesadillas. Hace dos días fue con el Ministro Wert que se acercaba a mi cama despacito y me susurraba al oído, mientras sostenía sobre mi almohada unas tijeras de podar: "no te preocupes, solo son cuarenta" Y acto seguido, los cuarenta cuerpos apostados ante mí, se duplicaban e iban llenando el aula hasta arrinconarme ante la pizarra. Esta noche, Ana Mato, con ojos soñadores y vestida de azafata de congresos, en un verde pálido, me ha visitado, anunciándome que a partir de ahora si se me ocurre ir a la farmacia a por un medicamento con receta, deberé atenerme a las consecuencias. Esta vez no ha habido duplicaciones pero sí una especie de sentimiento de culpa insoportable por las veces en que me he puesto enferma y he osado hacer uso de la Seguridad Social. Así que, así no hay quien duerma tranquila. Una amiga mía, que no tiene pesadillas, me ha recomendado que deje de tener la absurda manía de leer periódicos y de ver informativos porque lo próximo, seguramente, será la aparición de madrugada del ministro de Economía o del mismísimo Rajoy, riñéndome por mi gasto de luz o de agua, por mi baja aportación a las arcas del Estado o por haber tenido la peregrina idea, quince años atrás, de haber firmado una hipoteca con un banco que no hizo los deberes y fue intervenido. Eso por no decir que la cosa siga complicándose y que mi habitación acoja a la Sra Merquel, esta en un azul añil, con un látigo en la mano para flagelarme por mi pecado de haber accedido a una beca en el extranjero o a una ayuda a la dependencia o a un uso de las tizas y las fotocopias indiscriminado. Y mira que, entre valeriana y valeriana, intento hacer las cuentas de lo que cada mes he destinado a la educación, a la sanidad, a las ayudas estatales a las grandes compañías de gas, de luz y de agua, a las comisiones de los bancos, a los sueldos de los políticos, a los viajes del Rey. Pero ni por esas. Por la noche veo vivos. Así no hay quien duerma.

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