domingo, 28 de abril de 2013

Córdoba metamorfoseando sus esquinas

La ciudad está hoy un poco más adomercida.
Lloran los árboles. Y quizás alguna flor..
Los recuerdos se pasean tenuemente.
Algún transeúnte se mira en el cristal de un escaparate.
Pero no todos. Porque los escaparates no tienen espacio suficiente para tanta soledad.
Son cinco las rayas que todo el mundo pisa antes de detenerse.
Una es como una cenefa de acero que corroe el alma.
La segunda, un suspiro que llega desde el vientre hasta la tráquea, sin pararse.
La que hace tres se columpia ante la oficina de empleo y no quiere dejar de ser un balanceo.
Cuando llega la cuarta, ya no hay nada que hacer. Una colmena de trazos ilegibles ha llamado a la puerta
y no hay nadie para abrir.
La quinta ya no existe y el que deambula con el único fin de no pisarla,
cae en la trampa.
Sí, es una ciudad que no quiere recordar que estuvo despierta.
Que fue algo que no es hoy.
(Ahora las naranjas ensucian el suelo mientras los pies las esquivan)
Que fue un castillo artificial con toldos de colores y aspersores que olían a norte en pleno mes de julio.
En este momento, el que que deambula no sabe si habrá otra estación que perfumar.
 Sigue pensando que las rayas existen en la acera, y que será posible no pisarlas.
No sabe que es ya un ayer aunque sin haber todavía abonado un camposanto.
Se adormece, como la ciudad metarfoseada en lo que espera.