jueves, 18 de octubre de 2018

DESGARRO




A las once en punto de cada noche miro hacia el cielo.

Creo que debe ser el instante en que descalzas tu ser
y acaricias, a través del cristal sobre la plaza, 
los restos de la batalla que han perdido los que dormitan en ella.

Imagino que has recorrido una línea que traspasa instantes
con ese olor dulce de las tardes de otoño,
 y has andado por las esquinas como quien no quiere doblarlas y las dobla.

En ese momento ya no hay música que me haga observar los pájaros del jardín.
Cocino, leo, me confieso ante el espejo, oigo las noticias;
a veces paso un paño incólume sobre las pocas pertenencias que te huelen
y casi olvido.

Porque el olvido es necesario para no morir.

A las once en punto vuelvo a mirar hacia el cielo.
Imagino que la ciudad te ha retenido
y que te arropa y te acuna en su vientre,
que no ha permitido tu ausencia,
que ha anillado tu tobillo izquierdo a su piel.
Entonces sueño que añoras y no quiero que lo hagas.

Prefiero que cocines, leas, te confieses ante otro espejo,
oigas las nuevas, ames,
 pases otro paño invulnerable sobre las pocas pertenencias que me huelen
y casi olvides,

que crezcas sin mí a pesar mía,

que no vuelvan a hacerte daño

que olvides. 

 Porque el olvido es necesario para no morir.





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