domingo, 4 de abril de 2021

Cosas que se piensan, luego se descartan, después se vuelven a pensar y por último ni se sabe.

 Tengo sesenta y tres años. 

Eso significa que he vivido mucho.

Màs de lo que había pensado vivir cuando leí Mujercitas, Una historia en dos ciudades, La Metamorfosis, Damián y Cumbres Borrascosas.

Cuando leí esos libros siempre pensé que seguramente me iría antes de  los cincuenta.

No me preguntéis.

Debió ser porque los protagonistas no vivían mucho más allá.

Luego llegaron otros.

Aureliano Buendía sobre todo. 

Ahí supe que no era tan peregrino pensar llegar a casi los cien.

Pero luego, entre lectura y lectura, cumplí los veinte, tuve dos hijos, me casé, perdí a mi padre y escribí una novela, perdí a mi madre y escribí otra, tuve tres nietos.

Seguí amando a mi Heathclif. Tanto que todavía me despierto en la madrugada pensando que no podemos amarnos. O que no me ama.

Y ahora, después de todo esto que algunos llamarán vida, tengo sesenta y tres.

Y tengo ganas de irme.

Quizás lo haga.

Estoy buscando un relato para poder hacerlo.








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